Represión sexual, 2ª parte.
Por Nox Umbra
En las últimas centurias la represión del deseo hedonístico que constituye el alma del goce sensual, del deseo sexual; ha desarrollado progresivamente una estrategia que en lugar de oponerse a la sexualidad, la fomenta, la sobre-explota a través de mensajes que de diversa forma han ido eliminando los aspectos emotivos y espirituales de la sexualidad.
En las últimas décadas ha habido una excesiva producción de discursos sobre la sexualidad, que aunque diversos, todos ellos cumplen todos un papel coactivo. Tal oferta informativa no debería de ser tomada como una simple e inocente apertura de las mentalidades en lo referente al tema de la sexualidad sino que tendría que ser evaluada como una forma de ejercicio de poder y dominación.
Los múltiples discursos sobre sexualidad, estrían en realidad operando como muro de contención, una forma de dirigir y ordenar las ideas respecto del tópico en cuestión. Al ser sacada del ámbito privado e individual, la sexualidad es tematizada como ámbito de análisis y opinión generando un campo de conocimiento que es definido no por el sujeto de conocimiento, sino por un sistema de relaciones de poder que siguen las pautas normadas por éste.
Los diversos discursos referidos a la sexualidad operan definiéndola, no solo por lo que se dice, sino también por lo que se calla respecto del tema.
La intención es estructurar todo un sistema de pensamiento que funcione coactivamente desde el interior de los individuos, así como desde el exterior. De esta forma este ámbito del saber, al igual que todos los demás, se constituye en un ámbito que escapa a la decisión del sujeto.
Sin embargo, a partir del discurso que éste generará para definir su opinión de la sexualidad, operará definiendo al sujeto mismo; lo describirá en cierta forma, pero siempre a partir de la lógica definida por el poder.
Se gesta así un entramado de relaciones de poder que generan diversos discursos sobre la sexualidad que se constituyen en un ejercicio de dominación sobre el individuo, dominación que se funda en los mecanismos de poder y en los presupuestos que éste establece para definir a los individuos. Es decir que a partir de los discursos sobre la sexualidad mediatizados por los mecanismos de poder, se definen áreas temáticas sexuales que operarían definiendo tipos específicos de individuos (pervertidos, adúlteros, onanistas, etc).
De esta manera, la sexualidad se ha ido incorporando socialmente como área de conocimiento definida por la lógica del poder a fin de constituirse como instrumento de control social.
En los albores de la revolución industrial , la sociedad burguesa intentó siempre tematizar la sexualidad y sus posibles desviaciones (definidas como tales por las relaciones de poder), a fin de prevenir las consecuencias de éstas.
Las define, las hace visibles para, a partir de los supuestos delineados por el poder al respecto del tema, tipificar a los individuos para así exponerlos y controlarlos.
Sin embargo el control ejercido sobre la sexualidad no debe analizarse solo desde una perspectiva materialista, que si bien puede ser pertinente, no abarca el tema de la sexualidad como mecanismo de control social en su esencia.
Tampoco debe realizarse este análisis a partir de la asunción del poder como instrumento en manos de un grupo social, pues esta perspectiva limitara el análisis.
El concepto de poder con mayor capacidad explicativa del fenómeno de la sexualidad como mecanismo de control y dominación, es el desarrollado por Michel Foucault. Este filósofo define al poder no como un instrumento en manos de un determinado grupo social, el poder no es una institución, sino que es el nombre que se da a una estrategia compleja en un contexto social dado. Así, el poder no debe ser concebido para el análisis, como englobándolo todo, sino como procedente de todas las partes de una estructura.
El poder es una instancia impersonal, como impersonales son las relaciones de poder que definirían en este caso la sexualidad. Sin embargo que sean impersonales no implica que no estén cargadas de intencionalidad. Por otro lado las relaciones de poder estarán definidas por las estrategias de oposición entre poder y resistencia, la cual también es parte de las fuerzas de poder. Es el interjuego entre fuerzas de poder lo que generará modificaciones en el entramado de relaciones de poder, que se reflejarán definiendo las formas discursivas de poder que constituirán nuevos ámbitos de entrecruzamiento de estas fuerzas.
De acuerdo a tal afirmación, se puede deducir que es el interjuego de fuerzas de poder el que operaría produciendo la sexualidad. La sexualidad sería entonces un ámbito que el poder intenta reducir, definir, delinear.
SEXUALIDAD sería, entonces el nombre de un dispositivo histórico. Histórico, pues sufrirá modificaciones a través del tiempo como resultado del interjuego de las fuerzas de poder.
Así durante los últimos tres siglos el discurso de la sexualidad ha dejado de lado, en gran medida, las prescripciones morales y religiosas; es decir la represión sexual, para caracterizarse por una sobre-representación discursiva de la sexualidad. Esto a fin de definirla, de producirla de acuerdo a las leyes que dirigen la dinámica del interjuego de fuerzas de poder.
Hoy en día la suposición de que existe un aparato institucional de represión sexual es insostenible, somos bombardeados permanentemente con mensajes de contenido sexual, contenido que puede ser sutil o no, pero que cumple siempre la misma función: producir la sexualidad pero no definida por el individuo, sino por las fuerzas de poder que le imprimirán así su dinámica.
Esta dinámica no se explica en virtud de conceptos morales o religiosos, como lo fue en un primer momento, sino que se explica por la necesidad de la sociedad de producir las conductas humanas que resulten concordantes con el carácter de la sociedad capitalista, materialista y desalmada, tanto por despiadada como por falta de espiritualidad.
El excesivo tratamiento de la sexualidad sacada de su ámbito privado, tiene por objeto crear un producto sexual carente de espiritualidad, de emoción; para sobredimensionar como carácter positivo y preponderante de lo corporal por sobre lo emotivo y lo espiritual.
Tal es la idiosincrasia de la sexualidad como producto.
Un producto premoldeado para consumir al estilo fast food, donde se consume una sexualidad que es expresión predefinida de ésta, focalizada en sus aspectos corporales. Pero de un cuerpo asumido como mero objeto de consumo y no de deleite sensual.
La sexualidad deja de ser una expresión del deseo, una pulsión de deleite sensual que anula la razón y nos transforma en seres fantasiosos, creativos, mágicos y espirituales; para transformarse en un objeto de consumo.
Se reprime el componente espiritual de la sexualidad, no el físico; que es sobre-explotado.
El éxito de este reciente modelo de represión de lo sexual reside en que la represión está encubierta en discursos que definen y producen la sexualidad, y que proceden del ámbito de la sexualidad y no desde fuera del mismo o contra la sexualidad.
Como bien señalara Foucault, la excesiva producción de discursos sobre la sexualidad no responde a una inocente voluntad de saber, sino que constituye la expresión material del dispositivo histórico en que se ha convertido la Sexualidad (dispositivo de represión por predefinición de lo sexual y enmascaramiento de la represión).
Esta excesiva producción de discursos sobre la sexualidad, que se ha convertido en uno de los temas centrales del pensar contemporáneo en todos los ámbitos sociales; es tomada por los individuos como una apertura hacia la sexualidad, una liberalización de la misma.
La Sexualidad es el dispositivo histórico que ha encontrado el Capitalismo para definir y producir la Sexualidad misma, eliminando sus aspectos emotivos y centrando la atención en una creciente afirmación del cuerpo sobre la olvidada alma.
He ahí la trampa
Mediante la producción de la sexualidad, materializada en un sinnúmero de diversos discursos que transmiten su contenido por diversos medios y soportes, ya sea publicidad, cine, música, revistas, TV, libros, teatro, moda, consejos tendientes a mejorar la calidad de vida, Internet, y muchos otros que se me estarán escapando; recibimos el mensaje contenido en esos discursos sobre sexualidad en forma permanente. De esta forma su mensaje se internaliza y se toma como referencia de la verdadera sexualidad
Lo que es interpretado como apertura frente a lo sexual, liberalización de la misma, en realidad no significa ninguna libertad, ninguna aceptación de lo sexual como parte esencial del ser humano. Muy por el contrario
Los discursos sobre sexualidad, como discursos que son, se rigen por la dinámica discursiva que subyace en el mensaje. Todo mensaje tiene una Intencionalidad que le es inherente, que lo define como mensaje.
La intención de estos discursos sobre sexualidad sería transformar la sexualidad en una expresión consumista, carente de emotividad y espiritualidad.
La represión de la sexualidad es un supuesto ya insostenible a la negra sombra de una sexualidad masificada y seriada. Sin embargo la finalidad de los mecanismos de represión sexual, en sus diversas formas, sigue siendo la misma:
A través de la historia la represión de la sexualidad ha tenido y tiene en la mira siempre el mismo objetivo a aniquilar: las alas del Deseo: Mágica, embriagadora y poderosa pulsión que alimenta a nuesta Alma .- NOX UMBRA
En las últimas centurias la represión del deseo hedonístico que constituye el alma del goce sensual, del deseo sexual; ha desarrollado progresivamente una estrategia que en lugar de oponerse a la sexualidad, la fomenta, la sobre-explota a través de mensajes que de diversa forma han ido eliminando los aspectos emotivos y espirituales de la sexualidad.
En las últimas décadas ha habido una excesiva producción de discursos sobre la sexualidad, que aunque diversos, todos ellos cumplen todos un papel coactivo. Tal oferta informativa no debería de ser tomada como una simple e inocente apertura de las mentalidades en lo referente al tema de la sexualidad sino que tendría que ser evaluada como una forma de ejercicio de poder y dominación.
Los múltiples discursos sobre sexualidad, estrían en realidad operando como muro de contención, una forma de dirigir y ordenar las ideas respecto del tópico en cuestión. Al ser sacada del ámbito privado e individual, la sexualidad es tematizada como ámbito de análisis y opinión generando un campo de conocimiento que es definido no por el sujeto de conocimiento, sino por un sistema de relaciones de poder que siguen las pautas normadas por éste.
Los diversos discursos referidos a la sexualidad operan definiéndola, no solo por lo que se dice, sino también por lo que se calla respecto del tema.
La intención es estructurar todo un sistema de pensamiento que funcione coactivamente desde el interior de los individuos, así como desde el exterior. De esta forma este ámbito del saber, al igual que todos los demás, se constituye en un ámbito que escapa a la decisión del sujeto.
Sin embargo, a partir del discurso que éste generará para definir su opinión de la sexualidad, operará definiendo al sujeto mismo; lo describirá en cierta forma, pero siempre a partir de la lógica definida por el poder.
Se gesta así un entramado de relaciones de poder que generan diversos discursos sobre la sexualidad que se constituyen en un ejercicio de dominación sobre el individuo, dominación que se funda en los mecanismos de poder y en los presupuestos que éste establece para definir a los individuos. Es decir que a partir de los discursos sobre la sexualidad mediatizados por los mecanismos de poder, se definen áreas temáticas sexuales que operarían definiendo tipos específicos de individuos (pervertidos, adúlteros, onanistas, etc).
De esta manera, la sexualidad se ha ido incorporando socialmente como área de conocimiento definida por la lógica del poder a fin de constituirse como instrumento de control social.
En los albores de la revolución industrial , la sociedad burguesa intentó siempre tematizar la sexualidad y sus posibles desviaciones (definidas como tales por las relaciones de poder), a fin de prevenir las consecuencias de éstas.
Las define, las hace visibles para, a partir de los supuestos delineados por el poder al respecto del tema, tipificar a los individuos para así exponerlos y controlarlos.
Sin embargo el control ejercido sobre la sexualidad no debe analizarse solo desde una perspectiva materialista, que si bien puede ser pertinente, no abarca el tema de la sexualidad como mecanismo de control social en su esencia.
Tampoco debe realizarse este análisis a partir de la asunción del poder como instrumento en manos de un grupo social, pues esta perspectiva limitara el análisis.
El concepto de poder con mayor capacidad explicativa del fenómeno de la sexualidad como mecanismo de control y dominación, es el desarrollado por Michel Foucault. Este filósofo define al poder no como un instrumento en manos de un determinado grupo social, el poder no es una institución, sino que es el nombre que se da a una estrategia compleja en un contexto social dado. Así, el poder no debe ser concebido para el análisis, como englobándolo todo, sino como procedente de todas las partes de una estructura.
El poder es una instancia impersonal, como impersonales son las relaciones de poder que definirían en este caso la sexualidad. Sin embargo que sean impersonales no implica que no estén cargadas de intencionalidad. Por otro lado las relaciones de poder estarán definidas por las estrategias de oposición entre poder y resistencia, la cual también es parte de las fuerzas de poder. Es el interjuego entre fuerzas de poder lo que generará modificaciones en el entramado de relaciones de poder, que se reflejarán definiendo las formas discursivas de poder que constituirán nuevos ámbitos de entrecruzamiento de estas fuerzas.
De acuerdo a tal afirmación, se puede deducir que es el interjuego de fuerzas de poder el que operaría produciendo la sexualidad. La sexualidad sería entonces un ámbito que el poder intenta reducir, definir, delinear.
SEXUALIDAD sería, entonces el nombre de un dispositivo histórico. Histórico, pues sufrirá modificaciones a través del tiempo como resultado del interjuego de las fuerzas de poder.
Así durante los últimos tres siglos el discurso de la sexualidad ha dejado de lado, en gran medida, las prescripciones morales y religiosas; es decir la represión sexual, para caracterizarse por una sobre-representación discursiva de la sexualidad. Esto a fin de definirla, de producirla de acuerdo a las leyes que dirigen la dinámica del interjuego de fuerzas de poder.
Hoy en día la suposición de que existe un aparato institucional de represión sexual es insostenible, somos bombardeados permanentemente con mensajes de contenido sexual, contenido que puede ser sutil o no, pero que cumple siempre la misma función: producir la sexualidad pero no definida por el individuo, sino por las fuerzas de poder que le imprimirán así su dinámica.
Esta dinámica no se explica en virtud de conceptos morales o religiosos, como lo fue en un primer momento, sino que se explica por la necesidad de la sociedad de producir las conductas humanas que resulten concordantes con el carácter de la sociedad capitalista, materialista y desalmada, tanto por despiadada como por falta de espiritualidad.
El excesivo tratamiento de la sexualidad sacada de su ámbito privado, tiene por objeto crear un producto sexual carente de espiritualidad, de emoción; para sobredimensionar como carácter positivo y preponderante de lo corporal por sobre lo emotivo y lo espiritual.
Tal es la idiosincrasia de la sexualidad como producto.
Un producto premoldeado para consumir al estilo fast food, donde se consume una sexualidad que es expresión predefinida de ésta, focalizada en sus aspectos corporales. Pero de un cuerpo asumido como mero objeto de consumo y no de deleite sensual.
La sexualidad deja de ser una expresión del deseo, una pulsión de deleite sensual que anula la razón y nos transforma en seres fantasiosos, creativos, mágicos y espirituales; para transformarse en un objeto de consumo.
Se reprime el componente espiritual de la sexualidad, no el físico; que es sobre-explotado.
El éxito de este reciente modelo de represión de lo sexual reside en que la represión está encubierta en discursos que definen y producen la sexualidad, y que proceden del ámbito de la sexualidad y no desde fuera del mismo o contra la sexualidad.
Como bien señalara Foucault, la excesiva producción de discursos sobre la sexualidad no responde a una inocente voluntad de saber, sino que constituye la expresión material del dispositivo histórico en que se ha convertido la Sexualidad (dispositivo de represión por predefinición de lo sexual y enmascaramiento de la represión).
Esta excesiva producción de discursos sobre la sexualidad, que se ha convertido en uno de los temas centrales del pensar contemporáneo en todos los ámbitos sociales; es tomada por los individuos como una apertura hacia la sexualidad, una liberalización de la misma.
La Sexualidad es el dispositivo histórico que ha encontrado el Capitalismo para definir y producir la Sexualidad misma, eliminando sus aspectos emotivos y centrando la atención en una creciente afirmación del cuerpo sobre la olvidada alma.
He ahí la trampa
Mediante la producción de la sexualidad, materializada en un sinnúmero de diversos discursos que transmiten su contenido por diversos medios y soportes, ya sea publicidad, cine, música, revistas, TV, libros, teatro, moda, consejos tendientes a mejorar la calidad de vida, Internet, y muchos otros que se me estarán escapando; recibimos el mensaje contenido en esos discursos sobre sexualidad en forma permanente. De esta forma su mensaje se internaliza y se toma como referencia de la verdadera sexualidad
Lo que es interpretado como apertura frente a lo sexual, liberalización de la misma, en realidad no significa ninguna libertad, ninguna aceptación de lo sexual como parte esencial del ser humano. Muy por el contrario
Los discursos sobre sexualidad, como discursos que son, se rigen por la dinámica discursiva que subyace en el mensaje. Todo mensaje tiene una Intencionalidad que le es inherente, que lo define como mensaje.
La intención de estos discursos sobre sexualidad sería transformar la sexualidad en una expresión consumista, carente de emotividad y espiritualidad.
La represión de la sexualidad es un supuesto ya insostenible a la negra sombra de una sexualidad masificada y seriada. Sin embargo la finalidad de los mecanismos de represión sexual, en sus diversas formas, sigue siendo la misma:
A través de la historia la represión de la sexualidad ha tenido y tiene en la mira siempre el mismo objetivo a aniquilar: las alas del Deseo: Mágica, embriagadora y poderosa pulsión que alimenta a nuesta Alma .- NOX UMBRA
3 comentarios
Anónimo -
SOBRE UN FENOMENO DE LA SEXUALIDAD
DCLXVI -
Entre ellos me incluyo."
Bueno, es la expresión correcta. No crees. Eso no quiere decir que sea así.
De hecho, si repasamos más profundamente tus expresiones, podemos ver que asocias prostitución y hablar de sexo.
Y por supuesto usas puta y prostituta con el sentido de "denigrar" a las mujeres. Con esa forma de pensar, tu mismo te conviertes en agente de perpetuación para ese pensamiento.
La imagen que tenga de una mujer depende de ella y solo de ella. Igual que la que me haga de ti a través de tus comentarios.
Me gustaría que Nox Umbra te respondiera, en serio. Seguro que consigue sorprenderte.
EXCEPCIONAL -
Entre ellos me incluyo