La fábula del arquero
Hubo una vez un arquero, que aún habiéndose especializado en su arte, notaba que había llegado un punto en el que no conseguía más habilidad. Por más tiempo que pasaba en sus habituales ejercicios, el número de dianas se había estancado.
Decidió por ello, que siendo el mejor de su ciudad, y sintiendo la necesidad de perfeccionar su técnica, se dispondría a viajar hasta encontrar el maestro que le llevará a la excelencia.
De esta manera, viajo por muchos pueblos, se apuntó a numerosas competiciones, y nunca halló rival digno de convertirse en su maestro, tal era el perfeccionamiento que tenía.
Hasta el día que visitó un pequeño pueblo.
Por el camino, pudo observar flechas clavadas en dianas dispuestas en los lugares más inverosímiles: detrás de matorrales, tras recodos, en árboles,...
Y siempre había una constante.
La saeta se encontraba en el mismo centro de la diana.
¿Dónde estará el arquero capaz de esta proeza? Se preguntaba, así que adentrándose en el pueblo preguntó a los lugareños. Los campesinos, le señalaron un camino hacia las afueras, siempre con una sonrisa.
El arquero se encontró entonces con un niño. Su arco era pequeño, y tosco, casi un juguete si lo comparamos con el de nuestro aventurero.
¡No es posible! ¿Es posible que el maestro que ando buscando sea solo un niño?
Dime joven, ¿cuál es tu secreto? ¿Como consigues hacer siempre diana, incluso cuando la visión está impedida por ramas y hojas, y ese arco defectuoso?
Oh, es muy sencillo, señor. Primero disparo la flecha, y después dibujo la diana
También se dice que después de esto, entendió.
Decidió por ello, que siendo el mejor de su ciudad, y sintiendo la necesidad de perfeccionar su técnica, se dispondría a viajar hasta encontrar el maestro que le llevará a la excelencia.
De esta manera, viajo por muchos pueblos, se apuntó a numerosas competiciones, y nunca halló rival digno de convertirse en su maestro, tal era el perfeccionamiento que tenía.
Hasta el día que visitó un pequeño pueblo.
Por el camino, pudo observar flechas clavadas en dianas dispuestas en los lugares más inverosímiles: detrás de matorrales, tras recodos, en árboles,...
Y siempre había una constante.
La saeta se encontraba en el mismo centro de la diana.
¿Dónde estará el arquero capaz de esta proeza? Se preguntaba, así que adentrándose en el pueblo preguntó a los lugareños. Los campesinos, le señalaron un camino hacia las afueras, siempre con una sonrisa.
El arquero se encontró entonces con un niño. Su arco era pequeño, y tosco, casi un juguete si lo comparamos con el de nuestro aventurero.
¡No es posible! ¿Es posible que el maestro que ando buscando sea solo un niño?
Dime joven, ¿cuál es tu secreto? ¿Como consigues hacer siempre diana, incluso cuando la visión está impedida por ramas y hojas, y ese arco defectuoso?
Oh, es muy sencillo, señor. Primero disparo la flecha, y después dibujo la diana
También se dice que después de esto, entendió.
2 comentarios
DCLXVI -
Por cierto, siento haberos abandonado tanto tiempo, Mil Retoños.
elfriqui -